lunes, 20 de octubre de 2014

Texto de Nieves Concostrina sobre la Armada Invencible.

Han pasado cuatrocientos veinte años y a los ingleses aún no se les ha cortado la risa. La Gran Armada, la conocida irónicamente como la Armada Invencible, partió tan contenta de España para invadir Inglaterra, y el día 31 de julio de 1588 se produjo la primera escaramuza a la entrada del Canal de la Mancha. Aquel primer encuentro no fue especialmente grave, porque sólo perdimos dos barcos, pero mejor hubiera sido dar media vuelta y volver, porque ya estaba claro lo que nos esperaba.
El objetivo de la Gran Armada era recoger en Flandes a treinta mil soldados y de allí partir para invadir Inglaterra y derrocar a la reina Isabel I. Pero, claro, para llegar a Flandes había que atravesar el Canal de la Mancha, y en los planes españoles estaba hacerlo con disimulo, como mirando para otro lado, para llegar a Flandes y embarcar a los soldados. Primer fallo: los ingleses no son imbéciles. Segundo fallo: es imposible que ciento veintisiete barcos en comandita pasen por el Canal de la Mancha sin ser vistos. Tercer fallo: los soldados de Flandes no estaban preparados.
Aquella aventura se planteó, en parte, por el dominio del Atlántico, y en parte, como una cruzada, porque en el trono de Inglaterra se había instalado una reina protestante y Felipe II la quería católica. Las tripulaciones de los barcos rezaban todos los días el rosario a bordo y en los mástiles ondeaban imágenes do Vírgenes y Cristos con el lema «Álzate Señor y defiende tu causa». Pero el Señor debía de tener mejores causas que atender, porque los ingleses nos dieron la del pulpo.
La mala pericia en la navegación (porque Felipe II puso al trente de la Armada al tipo más torpe del reino, a Alonso Pérez do Guzmán, séptimo duque de Medina Sidonia), una pésima planificación y unas cuantas borrascas inoportunas dieron al traste con la expedición. De ahí la famosa excusa que se le atribuyó a Felipe II diciendo que él «había enviado a sus naves a pelear contra los hombres, no contra los vientos y las olas de Dios».
Pero Felipe II nunca dijo esto, porque se percató de que ni teniendo como aliado al anticiclón de las Azores hubiera podido invadir Inglaterra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario